La familia es imagen de Dios que “en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia. Es una alianza de personas a las que se llega por vocación amorosa del Padre que invita a los esposos a una íntima comunidad de vida y de amor, cuyo modelo es el amor de Cristo a su Iglesia. La ley del amor conyugal es comunión y participación, no dominación. Es exclusiva, irrevocable y fecunda entrega a la persona amada sin perder la propia identidad. Un amor así entendido, en su rica realidad sacramental es más que un contrato, tiene las características de la Alianza. La pareja santificada por el sacramento del matrimonio es un testimonio de presencia pascual del Señor.

La familia cristiana cultiva el espíritu de amor y de servicio. Cuatro relaciones fundamentales de la persona encuentra su pleno desarrollo en la vida de la familia: Paternidad, filiación, hermandad, nupcialidad.

Estas mismas relaciones componen la vida de la Iglesia: experiencia de Dios como Padre, experiencia de Cristo como hermano, experiencia de hijos en, con y por el Hijo, experiencia de Cristo como esposo de la Iglesia. La vida en familia reproduce estas cuatro experiencias fundamentales y las participa en pequeño, son cuatro rostros del amor humano.
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